Crónica de un viaje a Arah

Ayer domingo por la noche se nos ocurrió ir de fiesta a Arah. La ciudad estaba bien, había mucha gente y la bienvenida fue calurosa.

Estuvimos paseando por la zona y al cabo de un par de horas llegamos a la discoteca más famosa del lugar: “The Round Hall”. Nos colamos por la entrada trasera, bien pegaditos a la pared y nos unimos a la fiesta.

En uno de los rincones encontramos una botella de whisky añejo de 300 años. Decidimos abrirla para comprobar su excelente calidad y hacer un brindis por nuestra amistad. Sin embargo, la dichosa botella tenia dueño y cuando nos vio bebiendo su contenido se cabreó muchísimo. El dueño no era otro que el portero de la discoteca, el señor Lupicus.

Al principio estaba tranquilamente sentado, cumpliendo con sus obligaciones. Cuando el whisky empezo a hacer efecto, nos pusimos a armar jaleo y llamamos su atención. Al no sonarle nuestras caras se acercó, dispuesto a echarnos.

En cuanto pudo discernir su querida botella Gran Reserva en nuestras manos y su contenido siendo engullido sin contemplaciones, rugió enfadadisimo y, tras darnos una somanta de palos, nos echó a la calle de una patada. Nos fuimos a casa con el cuerpo desencajado y sin haber disfrutado de lo mejor de Arah.

Eso sí, al final nos quedamos con la botella.

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